martes, 17 de abril de 2007

Ladrillos...

Nos empeñamos en colocar los ladrillos de nuestra existencia de forma colocada, de forma perfecta y "aparentemente" ordenada. Son esos mismos ladrillos con los que, a veces, intentamos tapar nuestros pequeños agujeros, agujeros por donde se nos escapan partes de nosotros que no nos gusta enseñar, o que tenemos miedo a mostrar.
Sin embargo es, en esas partes de nosotros, muchas veces, donde está la esencia de lo que somos de verdad, la esencia de lo que sentimos, de la forma en que percibimos lo que nos rodea, en que vivimos lo que nos acontece...
Y, en todo este suceder, nos antojamos en querer que todo sea "perfecto"; y en ese empeño no valoramos lo que tenemos, lo que nos rodea, lo que somos... Hasta que un día la vida nos da un golpe, un golpe grande, y todo nuestro castillo perfectamente organizado se desmonta de un plumazo, sin darnos tiempo a recoger nada, a escoger lo que queremos guardar, porque todo se ha desordenado tanto que en ese momento es imposible. Ahí ya no hay ladrillos para tapar lo que nos conviene, ahí ya no hay fachadas, no hay pantallas. Ahí ya somos nosotros sin más, pero nosotros con tanto... con tanto nuestro, con tanto auténtico, con tanto de verdad... ahí somos nosotros los que tenemos que rebuscar entre el desorden para sacar la fuerza, el coraje y las ganas para volver colocar nuestros ladrillos, quizás ya sin preocuparnos por tanto orden, quizás ya con otras prioridades antes olvidadas, quizás con otra nueva escala de valores...
Quizás con ganas de agradecer, de decir gracias de verdad por todas las cosas buenas de las que disfrutamos, por todo lo bueno que tenemos y que muchas veces no sabemos valorar, por todos las personas que están ahí, a veces en penumbra y sin hacerse notar, pero sin embargo tan importantes.

Hace días que quería escribir sobre esto, tengo amigos a los que la vida les ha dado un batacazo grande recientemente, problemas de salud cercanos, problemas del querer (que nos duelen tanto), problemas y preocupaciones al fin y al cabo. Ojalá pronto las cosas empiecen a caminar bien para ellos, ojalá pronto recoloquen sus ladrillos, ojalá las cosas salgan bien, de verdad, porque son personas grandes y porque se lo merecen.

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